martes, 21 de diciembre de 2010

A mí también me va a tocar el gordo

Esta noche son los Reyes para las personas mayores. Para quienes ya han perdido la inocencia y el romanticismo,  para quienes creen que si tres señores con sacas a la espalda se cuelan en tu casa de madrugada es para llevarse un botín, no para dejarte regalos. Esta noche es la noche en que soñamos, como antiguos alquimistas, que un papelito impreso nos va a convertir en oro, como si nos tocara el Rey Midas. Todos son mitos, para sociedades antiguas, para impresionar a los niños, para camelarse a monarcas o para que podamos soñar al menos durante una noche, como hizo Segismundo, que al día siguiente seremos libres de nuestras cadenas.

Es la noche de las cábalas, de buscar significados ocultos, de la aritmancia de la ilusión. Yo, por ejemplo, estoy segura de que me va a tocar el gordo, porque el número que llevo es -con las cifras cambiadas de sitio- como el que trajo el Primer Premio al Bar del Ventorrillo que es, justamente, donde me voy a cubrir las primeras horas de lotería. Y eso tiene que querer decir algo, ¿o no?

Y aunque sé que mañana me dirán en la calle, que lo que ha caído sólo va a servir para tapar agujeros, y posiblemente sea verdad, esta noche Hacienda no nos ha puesto los pies en el suelo ni sabemos lo que corresponde con un décimo ganador del quinto premio. Esta noche todavía podemos permitirnos soñar con un viaje, con una casa, con olvidarnos de estar sin trabajo desde hace meses, con un coche nuevo.... O soñar con cosas menos materialistas. Soñar con hacerle un corte de mangas al jefe, con dejar el tajo aunque sólo sea un año para escribir la novela que nos arde en los dedos cada sábado por la tarde y que nunca terminamos de esbozar, con invitar a los amigos o a la familia a una gran fiesta, con asegurar la educación de un hijo... 

En el fondo, los anuncios de la Lotería nos encantan porque dieron en el clavo desde hace mucho tiempo: lo importante (para la gran mayoría que no se lleva ni la pedrea) no es el premio que te toque, es la ilusión que te da. Para ser sincera, no creo que vaya a ganar el Gordo pero estoy disfrutando tanto pensando en lo bien que me lo pasaría, que tanto da. Y lo cierto es que me encantaría que me tocara para hacer como la gente de la tele. Mi gran ilusión oculta es poder bañarme en champán.  

martes, 14 de diciembre de 2010

¿Y la OCDE no pregunta por el váter?

La gran diferencia de desarrollo de los países no está en la renta per cápita (la estadística es la ciencia que dice que si una persona se come un pollo y otra nada, cada una se ha comido medio pollo); ni en las emisiones de CO2 con las que se puede trapichear, como en Portobello Road, donde se compra y se vende hasta el sol; ni siquiera en dónde se puede fumar y en dónde no. La calidad de vida de un país y, lo interesante, que es la de la gente que vive en él, se mide en los pequeños detalles como los baños públicos.

Día dos de diciembre de 2010 a.c. (antes de los controladores). Baños públicos del aeropuerto de Sevilla.

martes, 2 de noviembre de 2010

Sobredosis de testosterona

De Spreadshirts.co.uk
Así estoy yo leyendo los periódicos las últimas dos o tres semanas, con los estrógenos tan bajitos que se me pegan en las suelas del zapato y está empezando a salirme barba. ¿Quién necesita hormonarse cuando podría abrir El Mundo o El País o cualquier otro periódico y sentir como se le hinchan los huevos y no sólo metafóricamente hablando?

Yo no vi a Moratinos llorar, ni he buscado las imágenes después ¿para qué?. ¿A qué viene castrar a este señor, aunque sea una licencia literaria? ¿No es precioso que con la edad de este señor, con la carrera de este señor, se emocione al marcharse de un trabajo en vez de suspirar por la jubilación? A lo mejor es más emotivo dejar Exteriores que dejar Fomento, a lo mejor te toca la fibra sensible que de tu trabajo dependan la vida de cooperantes o pescadores de atún. No sé, yo no he sido ministra de Exteriores. Tampoco he vivido una guerra, así que a lo mejor no debería ni opinar ni tener un blog ni merecerme vivir. Pero a mí se me han saltado las lágrimas cuando me he despedido de compañeros, cuando me han largado de un trabajo y no lloraba por irme al paro, que es a donde me iba y fijo que ese no es el caso de Moratinos. Lloraba porque tengo corazón y me daba penita.

Yo me molesté con la historia de Japón. No me gusta que tilden a las mujeres, y menos a las niñas, de zorritas. Y menos por llevar minifalda y los labios pintados. Yo los llevo, desde hace años y no soy ninguna zorrita. Pero puestos a elegir, que me llamen ZORRA con todas las letras, que zorrita suena a quiero y no puedo -o peor- a quieres, pero tú a mí no me "enreas". Me molesté con la historia de Japón, pero me encabroné con la explicación. A lo mejor tenían dieciocho, pero yo me tomé la licencia literaria de borrarles cinco años en el DNI por añadir pimienta a la historia. Ea, vamos a decir que son niñas que así pone más. Con dos cojones. 

Y no puedo con las opiniones de los morritos de la ministra. Si a mí tampoco me gusta, si he leído muchas críticas y eso es lo que hay, que para eso eres un personaje público y ahí estás, se te ven los errores más que al resto, ¿qué le vamos a hacer? Seguro que lo asume y que se darían todas las ministras con un canto en los dientes si sólo escrutaran su trabajo. Después de oír las protestas por la ropa de la ministra de Defensa, de meterse con De la Vega (de la Vogue, dicen, los que no valen ni para poner un mote) porque les parece fea, porque el posado de Santa María no era apropiado... ahora vamos a cosificar a una mujer porque tiene la boca carnosa y grande. Y nos retractamos con la boca chica.

Y abren el burdel más grande de Europa en Cataluña. Voces a favor y en contra y yo no me posiciono. Pero sí me dan ganas de echarme a llorar de lástima del ser humano leyendo los comentarios de algunos lectores (lo de algunos es una manera de hablar para consolarme, eran multitud) que sostienen que sale más barato follarse a una puta que ligarse a una mujer que no lo sea. Como esto no sé si se entiende, porque yo no lo entendía, lo explico. Hay presuntos seres humanos por ahí que sostienen que la única manera de echar un polvo sin pagar directamente por él es gastarse una pasta invitando a cenas, a copas y a no sé qué más (que eso por lo visto ya es un capitalito) para que luego la señora en cuestión te engañe para casarse contigo con el único fin de divorciarse después para dejarte pelao. Pues eso significa, pero sigo sin entenderlo. 

Y Berlusconi opina que "es mejor mirar a una chica guapa que ser gay". Esto tampoco lo entendía, porque yo debo ser tonta y porque son frases que suena raro ponerlas juntas así, en una subordinada comparativa. Así que seguí leyendo. Este señor (presidente reelegido, tiene narices) hablaba de haber contratado a unas prostitutas para que bailaran ¿bailaran? Sí, bailaran. El bunga bunga concretamente. Una de ellas, que se sepa, menor de edad. Es decir, que este hombre quería decir que es mejor contratar a una prostituta menor de edad - para presuntamente mirarla -, que el hecho de que a un hombre lo atraiga otro hombre, aunque la atracción sea mutua, gratuita y entre dos adultos. 

Y lo peor, creo de las últimas tres semanas, el dominical de El País. Lo peor porque esos son los que mandan de verdad. Conocemos los consejos de administración de las grandes empresas de España. Busquen caras femeninas o una corbata de colores. Aquí dejo un magnífico análisis de Javi Alonso, que me ha recordado mi cabreo mañanero, porque yo no tengo cuerpo ni testosterona para seguir recopilando barbaridades. Ni siquiera para revisar este artículo, que está escrito con las tripas (revueltas).


Y por cierto, se me ha ido la mano en el título. Afortunadamente conozco muchos hombres repletos de testosterona que la emplean en querer mucho. A otros hombres y a otras mujeres. Debe ser que hay de dos clases, como el colesterol. 



miércoles, 29 de septiembre de 2010

Un día de cólera

Parafraseo a Pérez Reverte, porque escribe como Dios, pero no lo homenajeo, que parece que ya se gusta lo bastante como para que los demás le demos cobilla. Pero a lo mío. Es 29 de septiembre, son casi las diez y cuarto de la noche y, después de una jornada de huelga, toca jornada de reflexión. Para mí, hoy ha sido mi primera huelga general como trabajadora, aunque como estoy de vacaciones no me ha planteado grandes dilemas, simplemente si me quedo en casita o asisto a la manifestación. Por las fotos, veréis que he optado por ir. Pero voy a realizar un ejercicio de imaginación. 

Suponiendo que estuviera trabajando y que no me hubieran adjudicado los servicios mínimos (esto sí que es mucho suponer), ¿habría ido a la huelga? Pues no lo sé. Partiendo de la base de que soy una privilegiada (curiosamente lo soy ahora, hace tres años, cuando saqué la plaza no lo era tanto, una muestra de la degradación del mercado laboral), creo que habría podido ir porque podría haberme permitido perder un día de sueldo. Que parecerá una tontería, pero ya sabemos cómo está el percal... Digamos que en el apartado material, lo tendría resuelto. Pero mi pregunta y mi dilema es ¿se merecen los sindicatos que los acompañemos en una convocatoria de huelga? Sinceramente, creo que no. Lo mismo estoy equivocada, de medio a medio y resulta que llevan los últimos diez años partiéndose la espalda por los trabajadores, pero entonces lo que tienen es un grave problema de marketing, porque la sensación es de que no han hecho nada. Los problemas laborales de los que nos quejamos (si veis las cartas que están mandando jóvenes desempleados a El País) no son nuevos, yo los llevo oyendo desde que soy chica y parece que los medios, los sindicatos y los políticos los están descubriendo ahora. 

A ver, ¿quién no ha encadenado una beca con otra, sin cobrar, por supuesto? ¿Quién, estando de becario no ha suplido un puesto de trabajo? ¿A quién no lo han contratado como un auxiliar de lo que sea, es decir, con una categoría profesional de FP, aunque estuviera licenciado? Y encima, ¿a quién contratado como auxiliar no lo han puesto a desempeñar un puesto de técnico, es decir, de licenciado, con un sueldo de auxiliar? ¿A quién no lo han contratado con dos horas al día para luego echar diez, cotizando dos, por supuesto? ¿A quién no le han exigido que se dé de alta como autónomo para ejercer funciones de asalariado? ¿Quién no ha encadenado contratos y contratos temporales ejerciendo el mismo trabajo, en el mismo edificio, en el mismo despacho y con el culo plantado en la misma silla, pero en empresas sobre el papel distintas para que no lo hicieran fijo? Con las siguientes consecuencias... despido sin indemnización o con indemnización ridícula, cotización... cero a la izquierda o cero con escasos decimales, un paro de risa y, para colmo, sin poder demostrar nada en tu currículum porque tienes menos papeles que el sastre de Camps. 





sábado, 12 de junio de 2010

¿FE?


Llevo mucho tiempo pensando en sentarme y escribir esto. Y no lo he hecho porque quería darme tiempo. Días para reflexionar, para ver la evolución de los acontecimientos, porque no quería plantear una opinión precipitada y ¿por qué no decirlo? porque tenía miedo de equivocarme. Porque los despidos en El Correo de Andalucía me han tocado algo. Porque sé la importancia que tiene el trabajo del periodista, cada día más ignorado -en la acepción castellana de la palabra-, por el público y despreciado por representantes. Porque aprecio el trabajo de muchos de quienes trabajan allí y he tenido la suerte de apreciar algunos profesionales como personas y además, quererlos.

Y no he querido escribir porque tenía mucha fe y porque tenía muy poca. No tenía fe en que se pudieran mantener a una, en que resistieran las presiones que me imagino que habrán soportado, los susurros envenenados, las dudas, el recorte del salario por el mismo trabajo, vamos a ser sinceros... Joder son vidas, son familias, son hipotecas, alquileres, facturas.... Y fíjate qué vergüenza, que sin embargo no perdí la fe en ver en alguna protesta a esas caras que salen casi a diario en ese mismo periódico, con frecuencia para defender los derechos de los trabajadores, incluso de los colegas de profesión. Para denostar la reforma laboral, para exigir el cumplimiento de los convenios de casi todos los sectores...

Y la falta de fe me ha traicionado. Porque ellos sí que han luchado por ellos, por un proyecto y además, por el compañero que se sienta a su lado. Pero todavía me ha traicionado más la fe. Porque un tímido comunicado de la Asociación de la Prensa -que después enmudeció, o eso es lo que se ha visto desde fuera- no me parece que sea apoyar a tus compañeros y mucho menos al sector que has optado por representar y defender. Porque los alumnos de la Facultad, no sé dónde se creen que van a ir a parar, no han sido capaces de cruzar la calle. Porque tampoco he visto a los mismos profesores de Comunicación que hablaban de la relevancia de nuestro trabajo para el funcionamiento democrático de la sociedad. Aunque a decir verdad, también son los mismos que nos animaron a dedicarnos a otra cosa ¿Dónde tantos y tantos cargos públicos que trabajan con estas personas día tras día? Así que gracias, a quienes no les tenía fe, porque me han demostrado que mis errores pueden alegrarme el día, por jodido que sea ese día y por asquerosa que sea la situación. Porque han sido capaces de dar la cara, porque nos hemos enterado de su protesta y esto debería animarnos a protestar más, porque somos muchos y está jodida la cosa. No es la crisis. Estaba hecha una mierda desde hacía mucho tiempo ya. Gracias a todos, porque creo, sinceramente y aunque ahora no lo parezca, que habéis demostrado que puede haber un nuevo día, si estamos juntos. Y buena suerte, a quienes se han ido y que buscarán un futuro mejor, y buena suerte a quienes se han quedado para seguir construyéndolo.
Y a quienes les tenía fe, o más que fe, esperanza, pues la verdad, nada que decirles porque -para ser sincera- tampoco me han decepcionado tanto.

domingo, 21 de marzo de 2010

Quien digo ser



Para que no se te fastidie un viaje hay una serie de cosas que debes evitar y que no siempre están bajo tu control. En primer lugar, es básico que haga buen tiempo. Una ciudad lloviendo es un mal recuerdo, mojado y frío. No ponerse enfermo: evitar viajar constipado, con fiebre o con la regla. Esto último siempre y repito SIEMPRE está fuera de tu control, hasta tal punto que lo único que no falta jamás en mi maleta son tampones e ibuprofeno. Otra cosa básica: no quedarte sin pasta o sin documentación. Cualquier cartel en un sitio medianamente turístico te advertirá de que beware of pickpockets o en mi último caso cuidado con os carteristas. Y yo pensaba que estas cosas estaban bajo tu control. Bolsos con cierre difícil de abrir y pegaditos al cuerpo y punto pelota.

Pues resulta que no. Que puedes llevar una mochila con dos cierres, una cartera tan pesada que cuando la sacas es como si Sísifo hubiera dispuesto de un montacargas, estar en un sitio sin mucha gente, cerrado y rodeado de cámaras y -aún así- los dedos mágicos de los portugueses pueden retirar los cordones de la mochila, abrir el broche, coger la cartera y volverlo a cerrar todo y tú no te vas a dar cuenta hasta que no vas a pagar el exquisito bacalhau grelhado que te acabas de zampar. Primera reacción. Se me ha tenido que caer, haces el camino de vuelta, hablas con los de la recepción de la torre de Belem - que te miran con cara de ¿pero otra vez, todos los días lo mismo?. Pero como son portugueses y son amables (más cumplío que un portugués, dicen en Huelva) te dan todas las facilidades: déjame tu teléfono, el del sitio donde te alojas, el de tu amiga y te explico dónde puedes ir a denunciar.

Instrucciones para que, una vez fastidiado el viaje, el fastidio dure lo mínimo: siempre es buena idea llevar contigo los teléfonos de autoridades varias o, si careces de previsión para estas cosas, haz como yo y llévate a una amiga que sí que sea previsora. Empiezas a llamar a la embajada que te dice que eso es asunto del consulado. Llamas al consulado, donde no te cogen el teléfono, que para eso es viernes y si en España es la hora de la cerveza, allí es la del café con los bolinhos de bacalhau. Así que llamas al teléfono de emergencias de la embajada, donde -yo lo entiendo- con dos secuestrados en Mali, tardé en que me atendieran una vida. Claro que entremedias vas entretenida mirando al suelo a ver si aparece la cartera, en los cubos de basura también (y no te imaginas la cantidad de cubos de basura que hay en un sitio hasta que no te pones a buscar en ellos). Solución del consulado: pon una denuncia en la comisaría de Restauradores, sácate dos fotos de carné, en donde puedas, y vete a la rua do Salitre a emergencias del consulado. Antes de las cinco y media. Si son las cuatro y diez y estás en Belem eso es IMPOSIBLE y TENGO QUE COGER UN AVIÓN, NECESITO UN DNI. Así que después de explicarle que no es factible lo que plantea, te dice que bueno, venga. Que en realidad en el consulado siempre hay alguien de guardia los fines de semana.


Reacción de Noelia ante todo esto (además de apoyo moral y económico). "Pues lo más complicado a mí me parece lo de las fotos". Y resultó que tenía razón. Aún así encontramos un fotomatón en el metro de Cais de Sodré, y al margen del agobio de salir en una foto con el careto de "no he dormido en condiciones en dos semanas y tengo cara de estar sin documentación en un país extranjero" lo cierto es que los fotomatones te dejan posar dos o tres veces para que te quedes con la foto que más te guste. Sí, indocumentada y en un país extranjero y me importa tener una buena foto de carné. Segunda parte: comisaría de Restauradores, atención al turista. Sí, sólo para turistas (¿aquí tenemos algo de eso?, porque es hasta buena idea). Nos atendió el policía más amable del mundo, un señor que se ha ganado con creces la oposición a padre comprensivo y que aunque le cuenten la misma historia una y otra vez, sonríe con una sonrisa de esas de "todo va a salir bien" y "no sabes cómo siento que te haya pasado esto lejos de casa y, encima, en mi país, espero que no te lleves una mala impresión". Pero una cosa son las encantadoras personas y otra, el aparato del estado. Nosotros tenemos el mar4win y los policías portugueses... pues también. Sistema bloqueado. No puedo tramitarte la denuncia hasta que no lo arreglen. Y yo no tenía ningún indicio objetivo que me llevara a confiar más en los informáticos portugueses que en los españoles, en los que ya confío bastante poco, es un gremio poco confiable: están los taxistas, los fontaneros e -inmediatamente detrás- los informáticos. Pero en fin, el amable policía portugués se escribió una denuncia a mano, nos mandó a dar un paseíto, a tomar un café y a volver en un rato, cuando ya lo tuviera todo hecho "me da pena que estéis dos horas aquí para nada". Y eso hicimos.

Al día siguiente. Denuncia en mano, a la embajada. Abrían a las diez, pero eso amigos
míos es SUELO ESPAÑOL y hasta y media NO HAY NADIE. Una vez allí dentro, amable señor portugués o gallego o no sé qué que me hace rellenar un papel, un salvoconducto. Y ahí es cuando la historia empieza a molar. He salido de un país con salvoconducto, como una espía, como Mata Hari, como Ingrid Bergman de Casablanca. Tengo un papel que comienza diciendo "Quien dice ser Isabel Jiménez...", es con diferencia el papel más molón que me ha hecho nunca un funcionario estatal. Como dice mi amigo Pablo, si la vida fuera un juego de rol, tener un salvoconducto te hace interesante +2.


Y la historia termina, como tienen que terminar las historias en un país de gente
amable. Con una amable llamada de teléfono de la chica del hotel que te dice que una amable pareja ha dado con tu cartera, que ha arrojado el amable ladrón a la espalda del monstruo de hormigón que es la embajada española. Un amable ladrón que me ha mangado la pasta, pero que me ha dejado hasta la tarjeta del carnicero. Ah, eso sí, aunque pude montar en el avión con el DNI, el salvoconducto lo llevaba también en la mano, que no se diga.

domingo, 10 de enero de 2010

El eslalom del olivo

Lo que es no saber, no saber nada. Todos envidiamos algo del vecino, de lo que nosotros no tenemos. Y resulta que lo que no tenemos es ni puta idea. Porque acabo de comprobar que eso de "cuidado con lo que deseas porque lo puedes conseguir" es muy cierto. Figúrate que yo he tardado años en conseguir que se me cumpliera ese deseo de cumpleaños de ver nevar, pero bien, y a ser posible, desde mi casa. Y hoy, si hubiera podido darle un cosqui a la Isa de hace quince años, me hubiera llevado una colleja tal que habría roto la barrera del espacio tiempo y me habría escocido a diez de enero de 2010.

Porque entre esas cosas que envidiamos, y hablo en nombre de un colectivo muy grande que voy a llamar aquí " los del templado sur" está la nieve. Tengo una amiga que le encanta esquiar y envidia a los granadinos que tienen Sierra Nevada ahí al lado, a un tiro de piedra. Puestos a tener pelusa, digo yo que ya podía envidiar a quienes viven en las faldas de Baqueira Beret, que seguro que es una estación magnífica. Porque de la Casa Real se pueden decir muchas cosas, pero desde luego pocos iban a discutir que saben escoger y -sobre todo- pueden hacerlo. También tengo una compañera que hace fotos. No en plan como las hago yo, sino chulas de verdad. Y me decía un día que envidiaba los paisajes invernales que le enviaba un amigo suyo -también fotógrafo- de Noruega o del norte de Alemania o de por ahí. De un sitio lejano y frío. Claro que en mi opinión, ella hace atardeceres preciosos en Huelva y se moja los pies con agua fresquita, no se le calan las botas de nieve para conseguirlo. Pero bueno, eso es otra cuestión. Y luego están los que se han criado con Galerías Preciados y echan de menos la nieve por lo de tener unas navidades blancas. Algunos como consuelo, le echan corchopán al Belén, sin piedad por ese pobre niño que sólo lleva un pañal.

Yo hoy he envidiado a los alemanes del norte, a los noruegos, a los de Monachil y hasta al romano del castillito del Belén. Porque el deseo de cumpleaños se me ha cumplido y por poco no llego a Sevilla. Lo que empezó siendo una simpática nevada a mediodía en Córdoba, se hizo emocionante cuando parecía que empezaba a cuajar y acojonante cuando cuajó de verdad. Si cuando llueve cualquier ciudad andaluza ya es el caos, imaginaos qué puede pasar con nieve. Pues esto. Kilómetros de retenciones, un carril habilitado de tres que hay y más de una hora para pasar de la cuesta del Espino. Y yo me he dado cuenta de que no sé conducir con nieve y de que no tengo cadenas. Es más. Ni sé la pinta que tienen ni dónde se pueden comprar. También me he dado cuenta de que da mucho miedo sentir como el coche resbala por carreteras que se han convertido en una pista de patinaje y mucho agobio verte rodeada de otros conductores que, por lo que sé, están más o menos como yo.

También añado que mi teléfono no ha dejado de sonar con las alertas del 112 y también con las incidencias. Medio centenar en Córdoba capital (en domingo), la A-4 cortada y el Córdoba - Rayo que no se ha podido jugar. Y ha nevado apenas tres horitas. Eso sí, se han cumplido los deseos de muchos. Si a alguien se le hubiera ocurrido, aunque tendría que consultar con un experto, la campiña podría haber sido un sitio estupendo para practicar una nueva disciplina invernal que llamaría, por ejemplo, el eslalom del olivo. Tampoco nos han faltado paisajes invernales. La verdad es que un atasco no es el mejor sitio para hacer el encuadre de mi vida pero hay fotos que dejan intuir que eran preciosos.
Y la situación, pues ésa. Que no había manera de andar por allí, ni para adelante, ni para detrás. Al margen de los coches y los bonitos paisajes, sólo veía quitamiedos destrozados, grúas de Mapfre, coches de la Guardia Civil y palas quitanieves. También había un pobre agente que estaba tapado hasta las cejas, resbalando a cada dos pasos y moviéndose exageradamente -digo yo que intentaba entrar en calor- para indicarnos el sitio más seguro. Y estaban los de limpieza de carreteras jugándose el tipo para despejar un carril y que pudiéramos salir de ahí todos los que no habíamos escuchado o habíamos pasado de las advertencias del ministerio. Aunque a través de las ondas, también estaban al pie del cañón los compis de Radio Cinco conectando con los chicos de la DGT para contarnos el minuto a minuto de las carreteras y orientar y animar a los conductores que empezaban a desesperarse. Así que a todos, gracias por sacarnos de ahí, porque ha habido momentos que yo pensé que nos quedábamos en la A-4. Ah, y gracias también a Joaquín Sabina que me ha tenido casi dos horas de atasco sonriendo y cantando al ritmo de Cristina. Si pudiera, le daba un achuchón a través del espacio tiempo para llegar al 91 y agradacerle esas Mentiras Piadosas.

domingo, 3 de enero de 2010

Frases luminosas



De las primeras cosas que estudiamos en la Facultad recuerdo las implicaturas conversacionales, esas frases que dicen una cosa, pero significan otra muy distinta, que se comprende por la complicidad del emisor y el receptor. Por ejemplo, si alguien dice que a cierto príncipe monegasco no le gusta el agua, evidentemente no quiere decir que sólo bebe coca cola, sino que la coca cola no la bebe sola. Eso es una implicatura conversacional. Otro ejemplo, "Cariño, hace frío". Eso no es hablar por hablar del tiempo, eso para el ascensor. La frase tiene muchas lecturas, una de ellas "abrázame" otra, "cierra la ventana, coño". Eso es otra implicatura conversacional. Y luego están las frases que tienen una segunda parte y que no decimos para poder vivir en sociedad sin partirnos la cara unos a otros, pero que están ahí, que aparecen en nuestra mente, suenan en nuestros oídos y que flotan en el aire. Incluso, si el aire es muy denso, brillan en él. La semana pasada tuve una tarde repleta de esas segundas implicaturas.

Por estos Reyes, yo (original de mí) he decidido, seducida por la vista de George Clooney y la posibilidad de que John Malkovich me reciba en otra vida, regalar una Nespresso. Compré la cafetera con tiempo y ahí entra en funcionamiento el mismo mecanismo mental que te hace verte súper delgada después de un día en el gimnasio. "He hecho la primera compra en noviembre, así que ya está, este año no me coge el toro ni me voy a comer una cola". Y un mes después entró en escena la cruda realidad con esa frase que un día se ilumina en tu mente "Yuncarajopamí, un año más NO ME VA A DAR TIEMPO". Porque la cafetera la tengo sí, pero algo habrá que meterle y el señor Nespresso no vende el café en más sitios que su boutique (porque no tienen tiendas) o por internet (y te clavan cinco euros, ni que lo trajera Juan Valdés atravesando los andes a lomo de mula como si fuera Lope de Aguirre).

Así que me fui a la boutique de Nespresso, ese espacio amplio, blanco nuclear, inmaculado y con amables señoritas que te ofrecen un café mientras esperas, porque la tienda es grande, pero las tres colas de dentro llegaban hasta Plaza Nueva. Tras una hora a pie quieto
(en la que me dio tiempo a ver todos y cada uno de los accesorios para la Nespresso, que tiene la misma filosofía que la Barbie) llegué hasta el mostrador. Allí expliqué (de mala gana, no lo niego) que lo único que quería era una cosa surtidita para que mis padres probaran los cafés y luego eligieran el que les gusta (y que como viven en Córdoba y allí no hay boutique, voy a tener que traer yo haciendo interminables horas de cola, que van a consumir mi tiempo y mi paciencia). El amable y trajeado señor me explicó que si yo me hacía socia del club Nespresso tenía un magnífico regalo de bienvenida de 250 cápsulas por el módico precio de 80 euros. Como una selección normal, elegida por mí, valía sesenta, quise quedarme con ella. El señor amable y trajeado fue perdiendo la sonrisa por momentos porque mi estupidez supina no me permitía ver las ventajas que me daba su selección preseleccionada: - "Sólo le va a costar veinte euros menos".
- "Pero es que yo no tengo cafetera, no me sé los datos de mis padres y además no se los voy a dar sin su permiso"
- "Pero le puedo hacer una ficha de cliente de paso".
- "Pero es que no quiero, porque yo no tengo cafetera".
Esta conversación, idéntica en el contenido y con distintas variaciones sobre el continente, se prolongó durante un rato, hasta que...
- "Vamos a ver, pero ¿me descuentan algo por comprar la selección"
- "No, pero - y aquí el tono de voz del señor trajeado, porque ahora ya no era amable, empezó a ser cortante ante mi incapacidad de ver un buen negocio- nuestra selección viene en una caja, estúpida retrógrada sobreproteccionista" (esto último no lo dijo, pero es de esas frases que sin oírse quedan flotando en el aire como un cartel luminoso.
"Y si no la quiere, pues mejor para mí, me ahorro el trabajo de hacerle una ficha"
- "Pues estupendo entonces, gracias. Pero si los dos queríamos lo mismo desde primera hora, ¿por qué llevo aquí quince minutos discutiendo?" (Esto último no lo dije, pero también quedó flotando, como un pequeño neón).
Conseguí irme, con mis datos intactos, 60 euros en café y sin la maravillosa caja de cartulina. Empieza a llover, coño otra vez, me cojo un taxi. Allí dentro, un cartel, no se da cambio de más de veinte euros. "Mierda, el cajero me ha dado cincuenta".
- ¿Le importa, que sólo tengo ésto?
- Pues o cambia en alguna parte o no la puedo llevar.
- Pues me voy, menuda pandilla de impresentables, esto qué manera es de llevar un negocio, que me ha costado la vida encontrar un taxi y luego se manifiestan para decir que sobran (esto tampoco lo dije en voz alta, pero es de esas frases que son luminosas, no como neones, sino como fuegos artificiales porque son muchos quienes las piensan a la vez).

Encontré otro, le expliqué mi problemática y, aunque me miró de arriba a abajo con cara de desaprobación, me llevó a casa, enfadada con el señor de la Nespresso, con el taxista primero, con el taxista segundo, pero menos, con todos los que estaban haciendo cola en la boutique y me hicieron perder una tarde, con la humanidad y la vida alienígena, pero sobre todo, conmigo misma. Esto -me decía- no me pasa si regalo una cafetera normal de la tienda de menaje de aquí abajo. Esto -me decía- me pasa por pija.