domingo, 9 de diciembre de 2012

Mundialito FICC

 Si esto fuera el cluedo diríamos "Isa, en casa de Xose, con coches chocones", pero no lo es. Es el Mundialito FICC. Es un crimen, pero musical. 

Ante las ausencias (algunas más justificadas que otras) de tres de los concursantes clásicos, hemos habilitado esta versión reducida del FICC. La fama del Festival ha cruzado Despeñaperros y el Macizo Galaico Leonés y ha atraído visitantes de lejanas tierras. No podíamos fallar. Ni decepcionar. Y no lo hicimos. ¿Por qué? Porque tenemos oídos de titanio y estómagos a prueba de cualquier cosa. Sí. ¡Espartanos! ¡Este es nuestro oficio! ¡Espartanos, si los persas hubieran traído estas canciones en vez de timbales, hubiérais dicho, "Cucha, Leónidas, que esto lo defiendes tú solo, si tienes huevos"!

En esta edición, con dos concursantes veteranos y dos concursantes noveles, se ha visto que la experiencia es un grado, conocemos a nuestro público. 

Primera Ronda 
Dame, Dame de Xose
Mi cojón De José Manuel
Coches Chocones de Isa
Mala señal de Misa 

Empate entre Dame Dame de Xose y Coches Chocones. Ésta última, reconocida posteriormente como el tema del Festival. 

Segunda Ronda 
La Guarida del Amor yo creo que debería ser el cajonazo. El estribillo es lo más pegadizo de la historia... De Xose 
La Picadura de la cobra gay de José Manuel 
El Protoplasma de Isa. Pienso adoptar lo de te voy a chupar todo el protoplasma en mi vocabulario. 
Ancestors Lo más raro, es que la gente paga por ella. Firma Björk y es la propuesta de Misa. Yo lo he denominado como "baza Bosé", muy insoportable.  

Ganadora de la Ronda "El Protoplasma" 

Final 
Di papá Mi canción 
Cocoguagua (versión Camela)

Aunque volvieron a empatar, Xose cedió la victoria ante los coches chocones. 

Nos llega propuesta fuera de concurso de Jesús, desde Cádiz. La oímos y constatamos que hubiera sido una dignísima participante Tú me pixeleas

Hasta aquí #MundialitoFICC Amenazamos con volver, porque es increíble la cantidad de mierda que todavía rula por internet. 




sábado, 10 de noviembre de 2012

Hasta luego

Todos tenemos traumas infantiles. Al menos eso espero, ya que te hago la confesión. Vale, digamos no traumas, desengaños. Yo, por ejemplo, terminaba frustrada cada vez que al Coyote le salía el tiro por la culata y terminaba el episodio con hambre, mientras que el Correcaminos acababa siempre con el buche lleno. Lo mismo me pasaba con las películas de Disney. ¿No te horrorizaba que esa absurda princesa sin más virtudes que una melena suave y una sonrisa de pánfila triunfara sobre la "Mala"? La Mala normalmente era una mujer con cejas muy bien depiladas que dedicaba los noventa minutos de la película a planificar con cuidado la anulación de una princesa que, para ser sinceros, aportaba bastante poco a este mundo. La Mala ponía su tiempo, su esfuerzo, su inteligencia y sus recursos en conseguirlo. Y al final, ¿para qué? Para que la pánfila -normalmente acompañada de otro pánfilo- le ganaran la partida. Real como la vida misma, pero igualmente indignante. La vida me dejó a Maléfica devorada por un dragón y a la Madrastra hundida en sus miserias. La realidad, inmisericorde, me mostraba a un Venger caído al final de cada episodio. 

Y no contentas con eso, con cinco añitos y medio la vida y la realidad me pusieron otro desengaño en el camino. A pesar de toda mi insistencia de que yo lo que quería era una hermana, mis padres me pusieron en casa un niño con el que me tocó repartir las atenciones que hasta entonces habían sido sólo mías: las de mis abuelos, mis tíos, mis padres... todos. Indignante. Apenas tengo recuerdos de él de bebé. Luego sí. Luego me tocó llevarlo al cole a diario y dos o tres días a la semana, a natación. Yo era seria, él un chinche. Yo responsable, él un chufla. Fueron años de estrés diario, de lunes a viernes. Para quien me llame exagerada, diré que hasta entonces, yo tenía el pelo liso. Afortunadamente creció. Y empezamos a encontrar zonas comunes. 

Desafortunadamente, creció más y cuando salíamos de los puntos comunes ya no podía pegarle porque me sujetaba la frente con un par de dedos y yo manoteaba en el aire, en vez de sobre su cuerpo. Y tenía que volver a los puntos comunes. Al principio, fuera de este universo. Juntos hemos derrotado a brujas y a dragones. Hemos sacado de apuros a piratas y rescatado a princesas. Pánfilas también -mea culpa. Hemos leído a Harry Potter por turnos, nos hemos descubierto libros y hemos compartido series y comida china. Con el tiempo hemos aprendido a hacer rabiar a mi madre, hemos enseñado a mis primos pequeños a nadar y es de las pocas personas con las que puedo compartir espacio en la cocina. El año pasado, incluso se vino unos días con su novia y mis amigos a Portugal. Lo bueno, lo mejor, siempre se hace esperar. Ese niño chinche que llevaba de un lado a otro, ha empezado a ser bastante útil desde que sabe informática, llega a los estantes que yo no alcanzo y te lleva y te trae de las reuniones familiares porque no bebe casi nada. Claro, que me debe muchos años de cuidar de él en los pasos de cebra. 

Hoy hace una semana que lo dejé en una estación camino de Austria. De hecho, yo me he sentado a escribir un post sobre la externalización de la educación superior que se está llevando a cabo en el Centro de Europa y cómo el auténtico despilfarro de este país es gastarse una pasta en enseñanza pública para que la aprovechen otros. Sobre cómo mi hermano, como otros miles de españoles han hecho su trabajo: se han preparado, se han formado. Sobre cómo una panda de votantes, empresarios y políticos inconscientes no han hecho el suyo. Pero no tengo ganas. Estoy triste hasta para encabronarme. Y si me conoces, sabes que ése es mi grado más alto de pena. 

Durante las últimas semanas he observado su Facebook. Las canciones que colgaba, supongo, desde su angustia. Como ésta. Decía Alfonso X que el idioma de la poesía era el gallego. En este país, también es el de la emigración. O el video que le colgó a mis padres cuando se marchó. Os dije que era un chufla. Me imagino que su novia tiene a su disposición una amplia variedad de canciones de distancia y no verse y esas cosas. Yo no. No tengo ninguna que cuente lo que se siente cuando tu hermano pequeño se marcha. Afortunadamente, siempre nos quedan los Simpsons

domingo, 30 de septiembre de 2012

Perros contra porras

Acabo mis vacaciones. Y he vuelto a reconectar, en ello ando, por lo menos. Decidí hace un par de años, o más o menos, no sé... que vacaciones para mí también significaba apagón informativo. Ahora, aterrizando en la realidad, aterrizando poco a poco, estudiándome el caso Mercasevilla..... he visto las cargas policiales. Los gritos de los supuestos infiltrados, soy compañero, la brutalidad, el caos, gente joven, gente mayor, ciudadanos. Y en frente, antidisturbios. Ciudadanos ejerciendo de antidisturbios. Pero no parecen ciudadanos, ni siquiera personas. La indumentaria, el casco, la porra... Toda su imagen esta hecha para recordar a Robocop en vez de al personal que tienen enfrente. Parecen un muñeco de los malillos, de los que les tocan a los niños como premio de consolación en las tómbolas de feria. Y mientras miraba esa muralla azul, cómo envolvía a la manifestación, cómo embestían... me he acordado de uno de ellos. Del único antidisturbios con el que he compartido charla. 

Creo que me dijo su nombre, pero siempre he sido mejor para las caras y la suya la recuerdo. Expresión infantil, dientes pequeños, bajito para antidisturbios, rubio y jovencito, con una de esas pieles tan delicadas que ya comenzaba a arrugarse en el entorno de los ojos y en el entrecejo. Llevaba una semana participando en la enésima búsqueda del cuerpo de Marta del Castillo. Las heridas estaban recientes. La sentencia había salido hacía muy poco y pocos estaban conformes con ella. Menos que nadie, con permiso de la familia, la Policía. Él sabía, igual que sabía yo, que la búsqueda en la Ruta del Agua era un esfuerzo vano. Una concesión del juzgado a una familia destrozada y con una capacidad asombrosa de movilizar a los medios de comunicación. Pero él estaba ahí, vigilando la zona, sin querer quejarse a pesar del frío. Y ahí estaba yo, esperando a que se marcharan para poder contar que se acabó. 

Creo que quiso ligar conmigo. Me preguntó por mi trabajo, por mi currículum, por mi ciudad, por lo que me quedaba de día... Al final hasta por mi perfume... Yo no quería ligar con él, pero tenía curiosidad por oír a un UIP y muchas cosas que preguntarle al primero que se me ponía a tiro. Le seguí el rollo. Me contó su vida, cómo había conseguido regresar a casa después de unos años fuera, su experiencia en la academia. No recuerdo casi nada, sólo que él nunca soñó con convertirse en policía. Yo quería ser veterinario, pero me tenía que ir a Córdoba. En mi casa, ahí en el Cerro, no había dinero así que.... Y se encogió de hombros. Le pregunté por cómo se sentían después de que tres de los cuatro detenidos salieran en libertad, qué pensaban cuando hasta en televisión se lamentaba que la policía no pudiera recurrir a "otros métodos" para obtener una confesión. Eso dije, "otros métodos". Él pasó del eufemismo. Ni es periodista ni político. Me contestó simple y llanamente que él no se veía capaz de torturar. Que no quería ni pensar en qué podría entrarle por el cuerpo, ese cuerpo tan pequeño para ser antidisturbios, si en algún momento le decían de machacar un dedo a un detenido. Sólo de ocurrírsele, le asomaba el miedo a los ojos y la voz. Y eso, aún reconociendo que detestaba a los cuatro imputados. Claro, le contestaba yo, así se siente más de media ciudad. Pero no es lo mismo, nosotros los hemos visto, los hemos visto cómo se reían y nos han hecho quedar tan mal.... Hablaba con odio. Desde las tripas, como otros muchos en los bares. Pero también desde la honrilla del cuerpo ortigada, después de que la investigación se dispersara en el laberinto de mentiras que construyeron unos chavales.

Y cuando hoy he picado y se me han ido las manos de los textos de Mercasevilla a los videos de las manifestaciones... Cuando he visto a la policía golpear a los ciudadanos, en ocasiones con saña.... me he acordado de este chico, tan pequeño, de voz tan tímida, tan normal y tan corriente que cuando esté de paisano, nadie se fijará en él y que se confesaba incapaz de hacer daño, incluso a quien odiaba. Me he preguntado si lo habrán mandado de refuerzo a Madrid. Me muero por saber si cuando vio a toda esa gente por la que no sentía ni odio ni amor, se bajó el visor del casco y miró la porra, pensó en que esas manos querrían estar acariciando un perro. 

Jamás me pidió el teléfono.