martes, 21 de diciembre de 2010

A mí también me va a tocar el gordo

Esta noche son los Reyes para las personas mayores. Para quienes ya han perdido la inocencia y el romanticismo,  para quienes creen que si tres señores con sacas a la espalda se cuelan en tu casa de madrugada es para llevarse un botín, no para dejarte regalos. Esta noche es la noche en que soñamos, como antiguos alquimistas, que un papelito impreso nos va a convertir en oro, como si nos tocara el Rey Midas. Todos son mitos, para sociedades antiguas, para impresionar a los niños, para camelarse a monarcas o para que podamos soñar al menos durante una noche, como hizo Segismundo, que al día siguiente seremos libres de nuestras cadenas.

Es la noche de las cábalas, de buscar significados ocultos, de la aritmancia de la ilusión. Yo, por ejemplo, estoy segura de que me va a tocar el gordo, porque el número que llevo es -con las cifras cambiadas de sitio- como el que trajo el Primer Premio al Bar del Ventorrillo que es, justamente, donde me voy a cubrir las primeras horas de lotería. Y eso tiene que querer decir algo, ¿o no?

Y aunque sé que mañana me dirán en la calle, que lo que ha caído sólo va a servir para tapar agujeros, y posiblemente sea verdad, esta noche Hacienda no nos ha puesto los pies en el suelo ni sabemos lo que corresponde con un décimo ganador del quinto premio. Esta noche todavía podemos permitirnos soñar con un viaje, con una casa, con olvidarnos de estar sin trabajo desde hace meses, con un coche nuevo.... O soñar con cosas menos materialistas. Soñar con hacerle un corte de mangas al jefe, con dejar el tajo aunque sólo sea un año para escribir la novela que nos arde en los dedos cada sábado por la tarde y que nunca terminamos de esbozar, con invitar a los amigos o a la familia a una gran fiesta, con asegurar la educación de un hijo... 

En el fondo, los anuncios de la Lotería nos encantan porque dieron en el clavo desde hace mucho tiempo: lo importante (para la gran mayoría que no se lleva ni la pedrea) no es el premio que te toque, es la ilusión que te da. Para ser sincera, no creo que vaya a ganar el Gordo pero estoy disfrutando tanto pensando en lo bien que me lo pasaría, que tanto da. Y lo cierto es que me encantaría que me tocara para hacer como la gente de la tele. Mi gran ilusión oculta es poder bañarme en champán.  

martes, 14 de diciembre de 2010

¿Y la OCDE no pregunta por el váter?

La gran diferencia de desarrollo de los países no está en la renta per cápita (la estadística es la ciencia que dice que si una persona se come un pollo y otra nada, cada una se ha comido medio pollo); ni en las emisiones de CO2 con las que se puede trapichear, como en Portobello Road, donde se compra y se vende hasta el sol; ni siquiera en dónde se puede fumar y en dónde no. La calidad de vida de un país y, lo interesante, que es la de la gente que vive en él, se mide en los pequeños detalles como los baños públicos.

Día dos de diciembre de 2010 a.c. (antes de los controladores). Baños públicos del aeropuerto de Sevilla.