martes, 14 de diciembre de 2010

¿Y la OCDE no pregunta por el váter?

La gran diferencia de desarrollo de los países no está en la renta per cápita (la estadística es la ciencia que dice que si una persona se come un pollo y otra nada, cada una se ha comido medio pollo); ni en las emisiones de CO2 con las que se puede trapichear, como en Portobello Road, donde se compra y se vende hasta el sol; ni siquiera en dónde se puede fumar y en dónde no. La calidad de vida de un país y, lo interesante, que es la de la gente que vive en él, se mide en los pequeños detalles como los baños públicos.

Día dos de diciembre de 2010 a.c. (antes de los controladores). Baños públicos del aeropuerto de Sevilla.

Dos cabinas para la T1 (y única del aeropuerto de San Pablo), una de ellas atascada desde dentro (sin nadie en su interior, me agaché buscando pies para comprobarlo). De percha para el abrigo... ni hablamos, menos mal que como no hay papel higiénico puedo colgar la mochila en el armazón metálico que normalmente contiene un rollito de cartón. ¿Jabón?, ja ja ja-bón ¡jajajajaa! El agua del lavabo, pues helada (pero por contenta me doy con que funcionara). 

Día seis de diciembre de 2010 e.c. (entremedias de los controladores). Baños de la Tate Modern. Londres. Ocho cabinas por planta.

Hay papel ¡maldita sea! ¿Y dónde dejo el abrigo? ¡Ah, claro! En la percha. Meo, muy bien. Y a partir de aquí, no sé usar este baño. Me pongo de pie y cuando voy a buscar la cadena, no existe. Sale el agua sola, ¿célula fotosensible que detecta la sombra del culo? Busco la palanca del grifo para lavarme las manos. No hay. De nuevo, célula fotosensible en el lavabo (¿estoy en un huerto solar?). El agua calentita (bastante tirando a mucho, pero es un alivio, porque llevo frío acumulado desde hace horas). Pienso en otros baños del mundo, mientras me seco las manos... En Lisboa, con sus plastiquillos que recubren la taza y cambian con cada usuario; en Munich, con el cepillito que salía del respaldo y la taza que giraba; de nuevo Lisboa, con su líquido desinfectante "voçe mesmo".... Suspiro... eso es calidad de vida, coño. Mear a gusto, los pequeños detalles que cuestan trabajo, pero se agradecen tanto....

Como la conciliación de la vida familiar y laboral, como no estar diez o doce horas en el curro, como los buenos resultados en los informes PISA... Después de mi viaje a Londres me he dado cuenta de varias cosas. Una, que me gustan más los baños de allí que los de aquí. Dos, que prefiero el clima de España (con el comodín de replantearme la respuesta en verano). Tres, que el esfuerzo en educación (reglada y en modales) se ve a kilómetros y se agradece. Cuatro, que no es un drama dejar de fumar en los bares. Pero que por cerrar establecimientos al humo no somos mejor país ni más moderno. Esa medida cuesta tanto esfuerzo como un decreto ley prohibiendo la entrada en el súper con calcetines rojos. No nos parecemos más al vecino del norte, ni al más del norte por eso, no es más que maquillaje. Nos pareceremos cuando tengamos su tasa de paro y su salario mínimo, además del humo en la calle.

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