lunes, 11 de julio de 2011

Mamás

Paloma. Por María José Carmona
Siempre había pensado que las madres son de otro planeta. Un planeta donde a las mujeres les encanta la verdura "porque es muy sana". Un planeta bendito, donde el zumo de naranja puede esperar unos minutos, a diferencia de lo que sucede en nuestro planeta triste donde hay que bebérselo muy rápido "porque las vitaminas gatean". Seres extraterrestres, que ponderan las ventajas de la fruta por encima de las del chocolate "porque hace que te salgan espinillas" y "esta manzana es la golosina de la naturaleza", y que pueden controlar las aceitunas que toman "porque si comes más de tres, duele la barriga". 

Seres que están por encima de esos caprichos de los comunes mortales, que a veces nos apetece darnos un atracón de galletas. A ellas, eso no les sucede. Y si a veces tienen un desliz, tan leve que no puede ni siquiera calificarse así, será porque "el pastel es artesanal" y no "esa porquería industrial llena de grasas saturadas". Heroínas que los sábados por la mañana no necesitan quedarse amodorradas en la cama, porque los sábados por la mañana se crearon para pasar el aspirador, hacer la compra y poner lavadoras. Semidiosas crueles, dignas del Antiguo Testamento, que te negaban pequeños caprichos, insignificantes. Semidiosas  aterradoras como Yahvé desde el Monte Sinaí "Moisés, te lo voy a decir con música". Y semidiosas magníficas, capaces de consolar en cualquier momento, porque a ellas el sufrimiento no puede tocarlas.

Y es mentira. Madres recientes y futuras madres. Noelia, Davinia, Chary, Paloma, Inma... (por estricto orden cronológico, si es que Paloma pare por fin e Inma no la alcanza) no son de otro planeta, ni tienen superpoderes. Se quedan con las ganas de su palmera de chocolate, dejan de fumar, de beber. Se levantan temprano para el colegio. Madrugan los fines de semana también, para poner lavadoras y limpiar y hacer la compra porque el resto de la semana trabajan. Como mulas, añado. Se han quitado del jamón y, últimamente, hasta del atún. Llevan una bolsa de plástico en el bolso para poder vomitar por las esquinas o se quedan quietecitas quietecitas en casa ante el menor signo de alerta. Son humanas, superhumanas además.

Y antes y ahora,  Noelia, Davinia, Chary, Paloma, Inma... siguen siendo más o menos iguales (salvo ligeras locuras, como contar el tiempo con lo que imagino que es el calendario mágico de los aztecas o saberse la programación del ClanTV). Tengo la suerte de conocerlas tanto que no sólo conozco sus virtudes y sus defectos, sino que conozco sus vicios (los confesables y otros que no lo son tanto, pero que no voy a publicar). Las películas en blanco y negro. Las series bajadas de internet. El/los cigarritos. El/los cubatazos. El volver a casa a cuatro patas. El quedarse dormida hasta que ha empezado a atardecer. Algún porro que otro. Los asaltos a la nevera, con nocturnidad (o no) y alevosía (casi siempre). Vicios que abandonan, de momento. Vicios, que después terminarán ocultando para predicar con el ejemplo. Y otros, que directamente no podrán ejercer porque han optado por hacerse cargo de otra personita y dejar de lado buena parte de sí mismas. Hasta tal punto de que contendrán las lágrimas por un problema de verdad, para consolar a un niño que llora por una estupidez, en el mejor de los casos. En el peor de ellos, berreará por nada. En general, les agradezco que me hayan hecho ver (y agradecer) todo lo que mi madre ha hecho, que hace y espero que seguirá haciendo. Cierto, me he dado cuenta hace poco. Soy así de egoísta. Por eso mismo sigo pensando que están zumbadas, pero ese es otro post. 

4 comentarios:

  1. Me ha encantado. Decirte que dan ganas de darte/hacerte un hijo suena un poco fuerte. Así que vamos a dejarlo en que te nombraré tita, lo más cercana posible, de alguno de mis churumbeles. Si es que tengo alguno. (O si es que ya no los tengo). Ya lo estoy viendo: "Vamos a casa de Isa, la de los pelos molones, que cocina rico".Eso diré yo. ;).*

    ResponderEliminar
  2. El mejor regalo que podría hacerme mi hijo, es escribir algo que se pareciera, aunque sólo fuera una mijita, a lo que has escrito tú.
    Había tirado la toalla, la verdad, pero después de leerte (y conociéndote) creo que puedo aún conservar esperanzas, por pocas que sean. No quiero agradecimientos, porque lo que he hechoy hago me sale de dentro, pero no estaría mal un pelín de respeto y reconocimiento.
    Gracias, chata.

    ResponderEliminar
  3. La vida es injusta. Fíjate que mi madre no leerá esto jamás porque tiene alergia a internet. Con ella he perdido la esperanza, pero tu hijo tiene mucho tiempo por delante para aprender de todo. Gracias, guapa.

    ResponderEliminar
  4. ¡Hola! Soy tu madre.Esto lo hemos leído tu padre y yo juntos. Es muy hermoso. De cómo he llegado hasta aquí, ya te lo contaré. Te quiero.

    ResponderEliminar